divendres, 30 de març del 2012

Para que no te rompan el corazón, finge que no tienes.


Aprendí que tus sonrisas son las más bonitas cuando soy yo quien las provoca, que tus ojos bajo el sol en un día primaveral son más azules, que el sonido de tu voz varía dependiendo con quién hables. También aprendí a leerte la mente, suena absurdo, sí, aprendí a saber lo que ibas a decir antes de que abrieras la boca. Incluso aprendí a reconocerte entre tanta gente, por tu manera de caminar, quizás, por las tonterías que haces constantemente, pero que a mí me hacen reír. Que los roces de tu mano y la mía, hacían acelerar las pulsaciones, y que tus abrazos eran los más reconfortadores. También aprendí las cosas que te hacían enfadar de mí, las que más odiabas, para guardarlas muy dentro, en un sitio donde no nos molestasen. 
Aprendí que las cosas sólo ocurren una vez, que cuidado con subir, porque cuanto más alto, más duele al caer. Y que puede que sí, que sea perfecto, pero todo se termina. Un día uno de los dos se cansa y ese es el principio del fin. Las discusiones, los berrinches, los celos, las palabras que no deberían haber salido nunca de tu boca. 
Que los enamorados llaman eterno a lo pasajero, que el amor sólo es bonito cuando es correspondido y sobretodo que, cuando se acaba, te sientes morir. 

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